FUERA DEL PARTIDO COLORADO LOS SECUACES DE LOS COMUNISTAS Y LOS GOLPISTAS

NI COMUNISTAS NI FASCISTAS EN LOS PARTIDOS DEMOCRÁTICOS

jueves, 25 de diciembre de 2014

PARTIDO COLORADO EXIGE QUE FERNÁNDEZ HUIDOBRO NO SEA MINISTRO DE VÁZQUEZ

Ante las declaraciones públicas del actual Ministro de Defensa Nacional en relación a prácticas de tortura como método de acción, el Partido Colorado, DECLARA: 1) Su total repudio a las declaraciones del actual Ministro de Defensa Nacional, Sr. Eleuterio Fernández Huidobro; 2) Su rechazo total a las declaraciones que como las del Sr. Ministro de Defensa sacan gravedad a lo terrible de la violación de Derechos Humanos; 3) El Partido Colorado reitera públicamente su inclaudicable defensa de los Derechos Humanos, por su lucha histórica contra el terrorismo de Estado. 4) Solicitar al presidente electo revisar la designación del referido ciudadano como ministro de Defensa, en el entendido que luego de las declaraciones aludidas carece de respaldo parlamentario suficiente.

sábado, 13 de diciembre de 2014

ANTE UN NEGRO FUTURO, PENSAR CÓMO SALIMOS LOS COLORADOS.

No sabemos qué quiso hacer Amorín en su pacto con Amado para ir juntos bajo el sublema “Batllismo” a las elecciones del comité ejecutivo de nuestro partido. Sea lo que fuera parece que le salió bien, pues por lo menos sus votos no contribuyeron a que Amado fuera electo, y mejor aún le debe haber salido si fue al revés. Lo que sí demuestra este acuerdo electoral es la falta de principios. Se juntan el agua y el aceite para lograr algún cargo. La conducta de Amado lo hace parecerse tanto a un frenteamplista que a esta altura da lo mismo que esté dentro del Partido Colorado o no. Por otra parte el dominio tan aplastante de un Bordaberry que ha demostrado que no tiene la simpatía ciudadana necesaria para competir por la Presidencia no augura un buen futuro para nuestro partido. Para poder sobrevivir y no convertirse en un partido con una exigua presencia parlamentaria como el Independiente, lo primero que debe hacer es sentarse a conversar con los blancos para formar una concertación no solo para Montevideo, sino también para todos los departamentos y para las elecciones nacionales de 2019. Pero una concertación que no sea solo de cúpulas para obtener posiciones, sino un acuerdo que abra la posibilidad de que los colorados nos juntemos con los blancos y otros que estén de acuerdo con la propuesta, en los barrios, que actuemos conjuntamente desde ya, y una concertación basada en varios puntos de acuerdo programático de cómo se va a gobernar a nivel nacional y departamental. Esto sin dejar de lado la necesaria reconstrucción del Partido Colorado como tal, en ideas y organización.

domingo, 14 de septiembre de 2014

TRABAJADORES Y ESTUDIANTES CONVOCAN A NO ACATAR EL PARO DEL 18

DIFUNDE : TRABAJADORES Y ESTUDIANTES ANTE EL PARO GENERAL DEL JUEVES 18 DE SETIEMBRE DE 2014 El próximo jueves 18 de setiembre la central sindical Pit Cnt convoca a un paro general parcial, acompañado de una movilización. Por lo que ha trascendido, el motivo del paro y acto sería destacar lo que se ha logrado en los gobiernos del Frente Amplio y criticar lo que se hiciera en gobiernos blancos y colorados. Con esto la central se estaría definitivamente alineando con el partido de gobierno, algo impropio del sindicalismo, que debe ser independiente de partidos, gobiernos y patrones. El sindicalismo que no es independiente es amarillo. No hay ninguna reivindicación salarial , reclamo de mejora o solidaridad con algún trabajador en los motivos de convocatoria del paro. La central convocante tiene según cifras que ha dado, imposibles de comprobar, afiliados a lo que sería menos del 20 por ciento de los trabajadores uruguayos. Este paro solo serviría para hacer perder un jornal a los asalariados y un día de clases a los estudiantes para expresar adhesión a un partido político al que adhieren una mitad de los ciudadanos. Por todos estos considerandos, trabajadores y estudiantes convocamos a no acatar este paro, propio de una dictadura sindical. El 18 todos a trabajar y estudiar. Domingo 14 de setiembre de 2014

viernes, 25 de abril de 2014

LA GLENDA CON LOS COMUNISTAS

No contenta con haberse plegado a las filas del fraude amplio, la locuaz ex edila colorada Glenda Rondán ahora tambièn va a los actos comunistas, como lo destacò en su ùltima edición el semanario comunista "El Popular". ¿ Habrá cambiado tan radicalmente de manera de pensar o está para ver si le tiran algún hueso?

viernes, 13 de septiembre de 2013

CORREO DE LOS VIERNES El camino del acuerdo para rescatar Montevideo

Los partidos de oposición en Montevideo iniciaron un proceso que puede significar la creación de un nuevo partido, de carácter puramente instrumental, que enfrente con mejores posibilidades electorales a la desastrosa administración frenteamplista. Como al votarse la reforma de la Constitución de 1996 que impuso la doble vuelta electoral para las elecciones presidenciales, no pudo incluirse esa solución para las elecciones departamentales, entonces alcanza con que un partido sea la mayoría menor —así tenga por ejemplo un 30%— para que gane la Intendencia. A eso se suma el hecho indesmentible que el Frente Amplio tiene en la capital nacional su principal sustento político, el que responderá ciegamente aunque la gestión sea un desastre, como realmente lo es. En ese sentido, todas las encuestas coinciden en señalar que el candidato frentista a la Intendencia de Montevideo votaría por lo menos en torno al 40%, lo que ubica a la coalición oficialista como favorita. Ante esa perspectiva, la posibilidad de crear otro lema ha cobrado fuerza, en una ingeniería electoral que por cierto no es sencilla, ya que las colectividades que concurran a formar una nueva entidad deben cubrir una serie de trámites que están en marcha y que son harto complejos. Es fundamental subrayar que no se trata de una fusión de los colorados y los blancos, que seguirán siendo partidos políticos independientes, con sus tradiciones y sus ideologías distintas, sino de una estrategia electoral que permitirá que en la elección departamental de mayo de 2015, ese nuevo partido presente hasta tres candidatos a Intendente: uno colorado, uno blanco y otro independiente. Los ciudadanos colorados, entonces, van a votar a un candidato colorado y no van a votar al lema Partido Nacional, sino a un nuevo lema que se llamaría “Unión para el Cambio”. Esta opción va a acrecentar enormemente las chances de que ese candidato colorado llegue a la Intendencia, ya que se sumarán sus votos a los del candidato blanco y a los del tercer candidato, conformando una corriente cívica que podrá ser equivalente a la mitad del cuerpo electoral capitalino y que, por lo tanto, ganará la elección departamental o estará en condiciones de competir a la par con los candidatos frentistas. Se abre de esta forma una opción electoral que hoy no existe, porque como están dadas las cosas es casi imposible que separadamente el Partido Colorado llegue a la Intendencia. Dejar las cosas como están hoy es condenar a nuestra colectividad a un reiterado fracaso en Montevideo y es obligar a los vecinos de la capital a que sigan soportando una pésima administración. Es natural que existan resistencias provenientes de aquellos ciudadanos que se aferran a las tradiciones o que invocan la identidad partidaria como un bien exclusivo. Esas personas deberían pensar que los acuerdos políticos e institucionales han sido comunes a lo largo de la historia de blancos y colorados, que nunca perdieron su identidad por ello. También deben reflexionar sobre el hecho de que el balotaje existe ya hace años, así como que blancos o colorados han votado espontáneamente al candidato del otro partido mejor posicionado en varios departamentos del interior, todo lo que demuestra que los partidos viven ante nuevos tiempos que deben encararse con visión y con decisión. Tras casi tres décadas de gestión frenteamplista, Montevideo hace fondo. La intendencia está presa del sindicato, que es el que realmente manda. Hay impuestos municipales muy caros y servicios muy malos. La pesada burocracia municipal sigue siendo un enorme lastre. No se han hecho obras de importancia y el único proyecto en ese sentido, el corredor Garzón, terminó siendo un gran fracaso. No hay respuestas a la basura y los carritos siguen tan campantes. Al contrario de lo que dijo la Intendente Olivera, Montevideo es una ciudad sucia, oscura, abandonada. Los partidos de oposición no solo tienen el derecho a buscar una estrategia electoral que les permita cambiar la situación, sino que, además, tienen la obligación de hacerlo.

SEMANARIO RECONQUISTA El Frente Liberal

SEMANARIO RECONQUISTA El Frente Liberal Por Gustavo Toledo Desde hace varios años, ya no recuerdo cuántos, algunos ciudadanos identificados con los Partidos Tradicionales, y otros sin filiación partidaria alguna, venimos reclamando –la mayoría desde el llano- que blancos, colorados e independientes coordinemos esfuerzos, prioricemos nuestras coincidencias –que son muchas- y construyamos una alternativa al Frente Amplio. Me refiero, claramente, a un Frente Liberal que vele por la salud de nuestras instituciones, que nos asegure la alternancia democrática y que defienda nuestra soberanía de las hermandades barriales que la acotan y comprometen de cara al futuro. Nada demasiado original, por cierto, pero –a la luz de los hechos- algo cada día más urgente y necesario. Hasta ayer nomás, éramos –según los detractores de esta idea y los catones de siempre- un puñado de traidores, una runfla de malos colorados y blancos que merecíamos ser crucificados en la plaza pública, fusionistas de la peor calaña que aspirábamos a formar el “Partido Rosado” (calificación cargada de homofobia que la izquierda supo atizar con astucia y picardía), y no sé cuántas cosas más. Ya lo dice el manual: es más fácil descalificar una idea por lo que no indica, mediante falacias o lisa y llanamente tergiversando sus fundamentos, que esgrimir argumentos capaces de rebatirla. Claro, cuando intelectualmente se dispone apenas de un arco y dos o tres flechas, o, a lo sumo, de un par de piedras, pedir argumentos es una ingenuidad. Una verdadera utopía. Hasta donde yo sé, nadie habló nunca de fusión ni mucho menos de renunciar a nuestras tradiciones partidarias, de las cuales blancos y colorados nos sentimos orgullosos. Sí de darnos un baño de realidad, de atender el reclamo de la ciudadanía no frenteamplista (que, dicho sea de paso, fluctúa elección tras elección entre un partido y otro de acuerdo a la “oferta” que considera más competitiva frente a la de la izquierda), de ponernos a pensar con cabeza abierta cómo solucionar los muchos problemas que esperan respuesta desde hace años y de la imperiosa necesidad de construir -entre todos- una propuesta superadora del aquelarre reinante. Desde luego, todo esto requiere observar el escenario político con grandeza y actuar en consecuencia, con altura de miras, dejando de lado mezquindades, egos e intereses personales. Algo difícil, pero no imposible. Hoy, afortunadamente, los vientos parecen ser otros. Se ha extendido la idea de que Montevideo requiere un cambio, y que la única forma de lograrlo es sumando fuerzas. Y que, eventualmente, este bien podría ser el camino que blancos y colorados transitemos en otros departamentos. En ese sentido, el senador nacionalista Jorge Larrañaga aceptó días atrás negociar un acuerdo de esta naturaleza, pero sólo en la Capital. Un paso valiente, sin dudas, para quien hasta ayer pensaba de manera muy distinta. Su cambio de opinión es más que lógico: Montevideo no sólo es la joya de la corona frenteamplista (su principal “granero” de votos) sino también un símbolo de la ineficiencia, de la carencia de ideas y del escandaloso despilfarro de recursos del que hace gala esa fuerza política en el poder. Ahora bien, al igual que sus correligionarios herreristas y a prácticamente todo el Partido Colorado, el senador Larrañaga entendió que el millón largo de uruguayos que vive en nuestra Capital no puede ser rehén de semejante desgobierno, y que blancos y colorados tenemos el deber histórico de ofrecerle una alternativa a las heladeras u otros electrodomésticos que el oficialismo quiera imponerle. Por tanto, conquistar esa fortaleza equivale a la Toma de la Bastilla. A la caída de un régimen. Y -¿por qué no?- al nacimiento de otro. Se trata, pues, de un paso positivo y oportuno en ese proceso de acumulación de fuerzas del que hablo, y que, si me permiten agregar, no debería agotarse en la disputa electoral por la capital, o de algún otro departamento del país, sino que debería contemplar la posibilidad de realizar acuerdos programáticos de cara a una eventual segunda vuelta presidencial, e incluir dos planos tristemente olivados, que, si me disculpan, considero más importantes que cualquier sillón municipal o presidencial: la Educación y la Cultura. Copadas, desde hace mucho, por quienes sí leyeron a Gramsci. O, lo que es lo mismo: entienden que esas son sus trincheras políticas. Ambos “Partidos Fundacionales”, al decir de don Walter Santoro, aún con sus diferencias y sus muchos matices, comparten hoy una visión de país. Un modo de ver el mundo y de entender al hombre. Un conjunto de valores y principios comunes que se remontan al nacimiento de nuestra Patria. Del otro lado de la vereda, la izquierda radical, verdadera dueña de la pelota y rectora ideológica de la coalición multicolor, busca concretar un modelo de país muy distinto al nuestro, contrario a nuestras tradiciones y, para colmo, probadamente fracasado. Para ello, a veces sutilmente, otras tantas groseramente, usando a la centro-izquierda como escudo, busca acotar nuestras libertades, presionar nuestras instituciones, dejar que los sindicatos impongan su voluntad (que no siempre responde a los intereses de los trabajadores), tergiversar el sentido de las normas, desconocer los pronunciamientos populares que no coinciden con su estrategia, flechar la cancha, tejer alianzas regionales que erosionan nuestra independencia, violentar la laicidad, atenazar conciencias, dominar los medios de comunicación y establecer el canon de qué es correcto y qué no. Y todo esto gracias a que controla los tres resortes del poder: el Estado, la Cultura y la Educación. Y a que nosotros, lentos de reflejos, enfermos de ombliguismo, permanecemos cruzados de brazos. Es triste constatar que hay quienes perciben que nada de eso representa un peligro real para nuestra sociedad. Que la historia justifica que sigamos viéndonos de reojo, que la Guerra Grande o las revoluciones de principios del siglo pasado sirven de excusa para que le demos la espalda al futuro. Que debemos seguir tirándonos con cadáveres centenarios y reprochándonos cuentas pendientes. Que el pasado, en definitiva, es más importante que el futuro. La propia historia, que, a menudo es usada como cuña para dividir y enfrentar, está sembrada de ejemplos de grandeza, en los que blancos y colorados, colorados y blancos, supimos estar a la altura de las circunstancias. Y luchar juntos. En Quebracho y Paso Morlán, por ejemplo. ¿Alguien se imagina al viejo Batlle rehusando dar pelea contra Santos porque debía hacerlo junto a un puñado de blancos principistas? ¿O a Tomás Berreta y a Luis Batlle cruzarse de brazos frente a Terra y su “régimen marzista”, para no compartir armas con Carlos Quijano y Mariano Saravia? ¡Claro que no! Es tiempo de dar batalla. En las urnas y en la cabeza de la gente. Para eso, es preciso ofrecer una alternativa y atizar la idea de que no todo está perdido. Que otro Uruguay es posible, y que la república liberal que supimos construir merece ser defendida entre todos.

EL PARTIDO COLORADO ANTE LA ENCRUCIJADA

La realidad política demuestra que el país se encuentra dividido en dos mitades. No es una novedad, porque el fenómeno lleva varios años de instaurado en los hechos. No es una ficción forzada en ningún gabinete, ni el fruto de un análisis académico. Es algo palpablemente instalado en nuestra cotidianeidad y demostrado en cada acto electoral. Una de esas mitades, que ocupa hoy el gobierno nacional y el de varios departamentos (el de Montevideo, sin ir más lejos, desde hace más de dos décadas) se constituyó como coalición y movimiento político, pero agrupa partidos de diversas ideologías, en algunos casos hasta antagónicas. Pero que se esforzaron -como estrategia electoral y propuesta dirigente- en la coincidencia de un programa común. A pesar de haberse constituido como coalición, tiene la forma y amparo legal de un lema y se comporta como una unidad. Ya tiene una historia, sus propias tradiciones e íconos. Ha generado una “mística” identificable. Es el Frente Amplio; y con esas herramientas, llegó al poder. La otra mitad, aunque no enteramente dividida o atomizada, está conformada por los dos partidos históricos y un conjunto de ciudadanos independientes cuya opinión y voto fluctúa entre los partidos fundacionales y otros que, aunque minoritarios, tienen su importancia y su homogeneidad. Con mayor o menor énfasis en determinados aspectos, no es discutible que esta mitad es demócrata, liberal, radicalmente republicana, respetuosa del estado de derecho, defensora de las instituciones, garante de la soberanía e independencia nacional y paladín de las libertades individuales. En la coalición gobernante, en cambio, además de su desapego a la democracia (que ni en lo interno la practica), se percibe un desinterés por las instituciones republicanas, se practica el avasallamiento de un poder del estado sobre los demás, el atropello de las mayorías (aunque circunstanciales) contra minorías que también lo son; tiene general aceptación el criterio de que lo político está por encima de lo jurídico (desprecio por el estado de derecho), delira con “internacionalismos” o “patrias grandes” incurriendo en prácticas de concesiones de la soberanía; desprecia las libertades y derechos individuales calificándolos de meramente formales. Un sinceramiento político requeriría -en mi opinión y la de muchos- el enfrentamiento de una coalición con otra coalición. En el caso especial de las próximas elecciones departamentales montevideanas (que de eso tratan los esfuerzos encaminados en el presente por la dirigencia de blancos y colorados) la estrategia no sólo demostraría ser la correcta desde el punto de vista electoral, a estar a lo que las propias encuestas indican, sino que brindaría una oportunidad no desdeñable de construir una alternativa de futuro muy saludable para los montevideanos. En política, es obligación de todo partido aspirar a conquistar el gobierno. Y no es suficiente elaborar el mejor programa si éste no tiene la posibilidad de obtener el respaldo ciudadano que garantice una contienda electoral equilibrada, como no lo ha habido en los últimos años en que, con “una heladera” -al decir de algún soberbio y connotado frenteamplista- la Intendencia era igualmente accesible. Coaligarse en Montevideo, para gravitar en él es -entonces- no solamente un derecho, sino un deber de los partidos de oposición. Las últimas elecciones departamentales ya demostraron -con ejemplos que por lo conocidos no vale la pena reiterar- que hay ambiente en muchos departamentos como para formalizar acuerdos extrapartidarios. Hace tan sólo un par de años, esto era muy difícil de comprender y tenía detractores entre los más connotados dirigentes blancos y colorados. Hoy, la realidad ha mudado. Blancos y Colorados están trabajando desde hace meses para que una solución legalmente válida y políticamente viable resuelva el asunto, aunque más no sea, y por ahora, en la capital. Los avances han sido significativos y el camino transitado esperanzador. La opinión pública adhiere; las soluciones jurídicas están al alcance de la mano. Faltan requisitos a cumplir aún, pero que seguramente se irán consumando. Debido a las reglas partidarias internas, la Convención Nacional de los Colorados deberá aprobar por una mayoría importante, el próximo fin de semana, el acuerdo con el Partido Nacional. A estar a las versiones de prensa, se han levantado voces contrarias a seguir el camino. Son minoritarias. Pero no por ello menos peligrosas. Ninguna de ellas ha explicado con argumentos racionales los motivos que pudieran justificar su renuencia. Antes bien, en todos los casos se ha acudido a la pasión ciega, a los discursos de barricada, a la apelación emocional, la invocación de íconos históricos: a la pobreza conceptual, en definitiva. Nadie es ni será, menos colorado que nadie, ni ninguno lo será más, por querer sumar fuerzas con otro partido para generar un programa mínimo común y facilitar el acceso al ejecutivo departamental de una alternativa que termine con un gobierno que, como el que venimos padeciendo desde hace dos décadas y media, ha resultado incapaz de resolver las más elementales cuestiones atinentes al departamento. Blancos y Colorados han debido gobernar juntos muchas veces a lo largo de la historia nacional. Lo han hecho por necesidad y también por el bien común. Voces como la de algún dirigente otrora prestigioso que no vaciló en abandonar el lema y aliarse con comunistas y socialistas en pos del gobierno nacional, resultan muy descalificadas cuando pretenden apelar a consignas pasadas de moda y dignas de poco crédito, para sostener que aliarse con herreristas es poco menos que un sacrilegio para un batllista. Llama la atención que alguien de su nivel intelectual pueda sostener tales dislates desconociendo que el propio Batlle y Ordóñez buscó alianzas fuera del lema cada vez que consideró que alguna de sus propuestas no era viable con el mero apoyo de su partido. Es increíble que se desconozca que Batlle fue ungido Presidente nada menos que gracias al voto de un connotado nacionalista (como Acevedo Díaz). Es curioso que no recuerde que su primer Ministro de Finanzas fue otra prestigiosa figura nacionalista (como Martín C. Martínez). Es insólito que no recuerde que si él mismo llegó a ocupar la cartera de Defensa bajo el gobierno del Presidente Jorge Batlle, lo fue gracias al voto de los herreristas en la segunda vuelta de las elecciones del 99. Pero más grave es que no entiendan algunos -entre otros el convencional a que vengo haciendo referencia- que lo que se está planteando es la forma de acceder al gobierno departamental y, en modo alguno una fusión. Para que la Intendencia de Montevideo provea a sus habitantes todo lo que, pese a la formidable recaudación que posee, el Frente Amplio no brinda a los desencantados ciudadanos de la capital. ¿Acaso cree que la basura se recogerá con el sobretodo de Don Pepe o el poncho blanco de Aparicio? ¿Supondrá, por ventura, que hay una forma de iluminar la ciudad, mejorar el tránsito, administrar los impuestos, cuidar los espacios públicos que diferencie tan notoriamente a blancos de colorados? ¿Será capaz de pensar honestamente que algún ciudadano común o dirigente político resigna identidad partidaria por el hecho de coaligarse para triunfar y poner en práctica un programa mínimo común tendiente a resolver los problemas que preocupan al montevideano? Que herreristas y batllistas voten juntos por un departamento más confortable, mejor administrado y al gusto de sus habitantes, no es “antihistórico” como ha llegado a sostener el convencional aludido. Lo antihistórico, trasnochado u obsoleto es levantar en el siglo XXI consignas de hace más de cien años, tendientes a dividir lo que la gente (la inmensa mayoría de la gente) quiere unir, quiere juntar, desea consolidar. El Partido Colorado se encuentra ante un cruce de caminos. Sus convencionales deben decidir entre la posibilidad de reconquistar Montevideo o resignarse a dejar, en las probadamente ineptas manos en que está, la conducción de los intereses de sus habitantes. Sabemos que mucho espacio han dedicado los medios a las discordias de la naturaleza de la aludida. Y escasa noticia se ha dado acerca de la inmensa mayoría que, siguiendo la voluntad masiva de los habitantes del departamento, procura una alternativa real y constructiva de gobierno municipal. Tenemos la certeza de que la mayoría necesaria para la aprobación de los acuerdos necesarios se logrará. Porque el partido volverá a demostrar que es capaz de estar a la altura de lo que los acontecimientos requieren. Pero, bueno es decirlo, debe actuarse con gran prudencia. Y quien no lo haga deberá cargar con la responsabilidad de haber obstaculizado el camino al futuro.- Eugenio Baroffio Abadie