FUERA DEL PARTIDO COLORADO LOS SECUACES DE LOS COMUNISTAS Y LOS GOLPISTAS

NI COMUNISTAS NI FASCISTAS EN LOS PARTIDOS DEMOCRÁTICOS

viernes, 13 de septiembre de 2013

CORREO DE LOS VIERNES El camino del acuerdo para rescatar Montevideo

Los partidos de oposición en Montevideo iniciaron un proceso que puede significar la creación de un nuevo partido, de carácter puramente instrumental, que enfrente con mejores posibilidades electorales a la desastrosa administración frenteamplista. Como al votarse la reforma de la Constitución de 1996 que impuso la doble vuelta electoral para las elecciones presidenciales, no pudo incluirse esa solución para las elecciones departamentales, entonces alcanza con que un partido sea la mayoría menor —así tenga por ejemplo un 30%— para que gane la Intendencia. A eso se suma el hecho indesmentible que el Frente Amplio tiene en la capital nacional su principal sustento político, el que responderá ciegamente aunque la gestión sea un desastre, como realmente lo es. En ese sentido, todas las encuestas coinciden en señalar que el candidato frentista a la Intendencia de Montevideo votaría por lo menos en torno al 40%, lo que ubica a la coalición oficialista como favorita. Ante esa perspectiva, la posibilidad de crear otro lema ha cobrado fuerza, en una ingeniería electoral que por cierto no es sencilla, ya que las colectividades que concurran a formar una nueva entidad deben cubrir una serie de trámites que están en marcha y que son harto complejos. Es fundamental subrayar que no se trata de una fusión de los colorados y los blancos, que seguirán siendo partidos políticos independientes, con sus tradiciones y sus ideologías distintas, sino de una estrategia electoral que permitirá que en la elección departamental de mayo de 2015, ese nuevo partido presente hasta tres candidatos a Intendente: uno colorado, uno blanco y otro independiente. Los ciudadanos colorados, entonces, van a votar a un candidato colorado y no van a votar al lema Partido Nacional, sino a un nuevo lema que se llamaría “Unión para el Cambio”. Esta opción va a acrecentar enormemente las chances de que ese candidato colorado llegue a la Intendencia, ya que se sumarán sus votos a los del candidato blanco y a los del tercer candidato, conformando una corriente cívica que podrá ser equivalente a la mitad del cuerpo electoral capitalino y que, por lo tanto, ganará la elección departamental o estará en condiciones de competir a la par con los candidatos frentistas. Se abre de esta forma una opción electoral que hoy no existe, porque como están dadas las cosas es casi imposible que separadamente el Partido Colorado llegue a la Intendencia. Dejar las cosas como están hoy es condenar a nuestra colectividad a un reiterado fracaso en Montevideo y es obligar a los vecinos de la capital a que sigan soportando una pésima administración. Es natural que existan resistencias provenientes de aquellos ciudadanos que se aferran a las tradiciones o que invocan la identidad partidaria como un bien exclusivo. Esas personas deberían pensar que los acuerdos políticos e institucionales han sido comunes a lo largo de la historia de blancos y colorados, que nunca perdieron su identidad por ello. También deben reflexionar sobre el hecho de que el balotaje existe ya hace años, así como que blancos o colorados han votado espontáneamente al candidato del otro partido mejor posicionado en varios departamentos del interior, todo lo que demuestra que los partidos viven ante nuevos tiempos que deben encararse con visión y con decisión. Tras casi tres décadas de gestión frenteamplista, Montevideo hace fondo. La intendencia está presa del sindicato, que es el que realmente manda. Hay impuestos municipales muy caros y servicios muy malos. La pesada burocracia municipal sigue siendo un enorme lastre. No se han hecho obras de importancia y el único proyecto en ese sentido, el corredor Garzón, terminó siendo un gran fracaso. No hay respuestas a la basura y los carritos siguen tan campantes. Al contrario de lo que dijo la Intendente Olivera, Montevideo es una ciudad sucia, oscura, abandonada. Los partidos de oposición no solo tienen el derecho a buscar una estrategia electoral que les permita cambiar la situación, sino que, además, tienen la obligación de hacerlo.

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